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LECCIÓN 3
Juan Calvino, la reforma en Ginebra y los inicios de la reforma en Francia
1. Juan Calvino, ¿el déspota de Ginebra?
2. Infancia y años de estudio (1509-1535)
3. ¿Cuándo se convirtió Calvino a la Reforma?
4. De la primera a la segunda estadía en Ginebra (1536-1541)
5. Estructura de la Iglesia de Ginebra
6. Algunos acentos teológicos
7. El proceso a Miguel Servet
8. Los últimos años de Calvino
9. Teodoro Beza, el sucesor de Calvino
10. La evolución de la iglesia reformada en Francia hasta 1598
1. Juan Calvino, ¿el déspota de Ginebra?
Sobre la persona de Juan Calvino
sabemos algo más que sobre la persona de Ulrico Zwinglio. Esto es entendible,
ya que Calvino tuvo muchísimo más impacto que Zwinglio; prácticamente
la totalidad de las iglesias reformadas en el mundo se remontan a él.
Los reformados frecuentemente son llamados también"calvinistas“,
aunque ellos mismos no se autodenominan así.
Al mismo tiempo, lo que ocurre es que sobre todo en Alemania todavía
se encuentran connotaciones muy negativas sobre Calvino: se lo llama "el
déspota de Ginebra“, quien habría sido demasiado riguroso
y dispuesto a sacrificar a todos los que no eran de su corriente; se dice que
ordenó la ejecución de Miguel Servet; se dice que representaba
la llamada "doctrina de la doble predestinación“, según
la cual Dios eligió unos para la salvación y otros para el infierno
etc. En 1936, en pleno auge del régimen Nazi en Alemania, el literato
Stefan Zweig escribió un ensayo con el título "Una conciencia
contra la violencia. Castellio contra Calvino". Con ingenio literario,
decía Calvino pero en realidad se refería al déspota Hitler.
Esto también contribuyó en las últimas décadas a
dibujar la imagen de Calvino en tonos lóbregos.
Seguramente algunas características de Calvino siempre serán extrañas
para el hombre moderno. Calvino fue un asceta que dedicó su vida a la
Reforma y podía proceder de una manera muy estricta. Pero tenemos que
esforzarnos por diferenciar más, porque la imagen tan distorsionada de
Calvino se debe también a las grandes luchas confesionales que duraron
hasta el siglo XX. Sobre todo el siglo XVII estuvo marcado por conflictos y
peleas interconfesionales, justamente entre los cristianos luteranos y reformados:
ambos bandos difamaban, imputaban, presentaban sus asuntos de forma injusta.
De todas partes se pecaba, también de parte de los reformados. En este
contexto cristalizó sobre todo en Alemania – y debido a muchas
publicaciones de la corriente más influyente que era la luterana –
la imagen de Calvino que domina desde hace siglos. Esta imagen subsiste hasta
el día de hoy, aunque menos marcada, en algunas monografías de
la historia de la iglesia y en libros populares.
Por eso hace falta no quedarse con los prejuicios sino observar mejor y preguntar
cómo Calvino vivió, enseñó y qué huellas
dejó.
2. Infancia y años de estudio (1509-1535)
Juan Calvino nace el 10 de julio
de 1509 en Noyon en el norte de Francia (a unos 100 kilómetros al norte
de París), y recibe el nombre de Jean Cauvin. Su padre era notario del
cabildo de la catedral, un laico en medio del clérigo, por lo tanto tenía
un cargo elevado. Ya a la corta edad de 12 años, Juan Calvino recibe
sus primeras prebendas, o sea, una parte de los ingresos de una determinada
parroquia (la capilla de la Gésine). Hasta 1523 Calvino asiste a la escuela
de su pueblo natal; con 14 años lo envían al Collège de
la Marche, un famoso internado en París, cuyo profesor de latín
y director era Mathurin Cordier. Cordier se hizo conocido como fundador de una
pedagogía renovada, y aunque Calvino gozó sólo poco tiempo
de sus clases de latín, lo veneró durante toda su vida. Mucho
más tarde, lo llamó para organizar la educación escolar
en Ginebra y Lausana.
Después de un breve tiempo, Calvino cambia – por razones desconocidas
– a otro internado, el Collège de Mantaigu. Este es un baluarte
de la ortodoxia católicorromana y un espantajo para los alumnos. Sin
embargo, Calvino no parece haber sufrido demasiado allí; más bien
recibió una buena y profunda formación en gramática, filosofía
y teología. Uno de sus profesores, John Major, incluso redactó
un conocido comentario acerca de los Evangelios y defendió las doctrinas
romanas contra Wyclif, Hus y, especialmente, contra Lutero. Las enseñanzas
de aquél ya habían sido difundidas ampliamente, y existía
una gran necesidad de defenderse contra ellas. Probablemente, fue en este colegio
donde Calvino conoció la teología católica a través
de las sentencias de Pedro Lombardo (1100 -1160), los Padres de la Iglesia y
Agustino (354 - 430).
Calvino se hace de amigos, entre ellos algunos simpatizantes e incluso seguidores
de la Reforma. Calvino mismo todavía no ha llegado a este punto; la polémica
luterana contra Zwinglio le parece demasiado fuerte. Ni siquiera sabemos con
certeza si Calvino en esa época ya conocía los escritos de Lutero.
En todo caso, no adhiere a la Reforma sino que permanece fiel a la doctrina
romana. Podemos caracterizar al Calvino de ese tiempo como un humanista católico
que se urgía por una renovación de las ciencias, pero no por la
Reforma en el sentido luterano. En 1527, y mientras Calvino todavía frecuenta
el Collège de Mantaigu, recibe los ingresos de una segunda prebenda.
En un principio, el padre de Calvino quería que su hijo estudiara teología.
Pero cambia sus planes, quizás debido a conflictos con los capitulares
de la catedral de Noyon, quizás porque esperaba que otra ciencia diera
mejores oportunidades a su hijo, y le aconseja estudiar Leyes. Calvino inicia
sus estudios jurídicos probablemente en 1528 en Orléans, la facultad
más famosa en ese entonces. Es muy estudioso, trabajador y perseverante.
En pocos meses aprende el griego, y se deja influir cada vez más por
los ideales humanistas. En 1529 abandona Orléans, y sigue su carrera
en Bourges con el famoso jurista Alciat.
En 1531 Calvino se entera de que su padre está seriamente enfermo. Viaja
a Noyon y acompaña a su padre en sus últimas horas. Los enfrentamientos
entre el cabildo y el notario se habían agudizado tanto que este último
había sido excomunicado, hecho que le pesaba muchísimo.
Después de la muerte de su padre, Calvino va a París. Ahora es
independiente, y se dedica – aparte de su carrera como jurista –
sobre todo a los estudios literarios. El rey Francisco I había fundado
en París una nueva universidad con orientación humanista, donde
se matricula Calvino. En el invierno 1531/32, Calvino redacta un comentario
sobre el tratado de Séneca "De clementia“. Este libro lo hace
conocido y lo integra a las filas de los humanistas más famosos de Francia.
Finalmente, Calvino retorna a Orléans, donde termina su carrera con el
título de licenciado en leyes.
3. ¿Cuándo Calvino se convirtió a la Reforma?
Esta pregunta es objeto de numerosas investigaciones, aunque las pruebas siempre han sido más bien raras. Calvino mismo señala que vivenció una "conversio subita“. En su Comentario de los Salmos de 1557, Calvino recuerda mirando hacia atrás:
"Primero estaba tan porfiadamente entregado a la superstición papista que difícilmente me podía liberar de tanta mugre. Pero de repente Dios volvió mi corazón dócil y suave por una conversión súbita, aunque a mi edad yo ya estaba bastante endurecido frente a este tipo de asuntos. Sin embargo, cuando tuve algo de conocimiento sobre la piedad verdadera, inmediatamente me invadió un tremendo anhelo de sacar provecho de ello. No dejé mis diversos estudios completamente, pero los dejé cada vez más de lado. Grande fue mi sorpresa cuando, antes del término del año, todos los que sentían el anhelo por la doctrina pura se habían reunido en torno a mí para aprender, aunque yo mismo era casi un principiante.“ (Citado según una biografía sobre Calvino del año 1968).
Calvino escribe estas palabras en
retrospectiva, pero no menciona ninguna fecha. Calvino no menciona una fecha,
no obstante es seguro que la conversión se produjo antes del 4 de mayo
de 1534, porque en esa fecha Calvino viaja a Noyon para renunciar a sus prebendas
como consecuencia de su alejamiento del catolicismo. La conversión puede
haberse producido ya en 1533, si es que Calvino fue coautor del llamado "Discurso
de Cop“, pero este dato no está asegurado. El médico Nicolás
Cop, rector de la Universidad de París, en la que está imatriculado
Calvino, inaugura el 1 de noviembre de 1533 el semestre universitario con un
discuro en una iglesia parisina. Su interpretación de las bienaventuranzas
del sermón del monte es una alabanza del Evangelio, con lo que Cop se
profesa reformado. Los franciscanos, en cuya iglesia se dicta la conferencia,
acusan a Cop de herejía, y después de algunas semanas, Cop huye
a Basilea, su ciudad natal. Los investigadores de Calvino debaten muy controvertidamente
si este discurso se debe por lo menos en parte a la pluma de Calvino. Si así
fuese, éste se habría convertido a la Reforma ya en otoño
de 1533.
En octubre de 1534, París se altera sobre el llamado "caso de los
afiches“. Afiches con afirmaciones contra la misa son colgados en lugares
públicos y los "luteranos“ (como son llamados todos los que
adhieren al pensamiento reformado) son acusados como autores de una conspiración
contra el orden público y la religión. Calvino ya había
causado rumores en las avanzadas de esta acción confesando públicamente
su fe evangélica y haciendo proselitismo. Sea como sea: también
Calvino tiene que huir de la gran urbe y buscar un lugar tranquilo donde seguir
con sus estudios. Quiere redactar un catecismo para los evangélico francófonos.
Así es como pasa las primeras semanas del año 1535 en Basilea.
En resumen, hay que ser cuidadoso con la fecha precisa de la conversión
de Calvino. Aunque Calvino habla de un acontecimiento singular, puede haber
sido un proceso largo. Lo que vale es el resultado: hacia 1534, Calvino experimentó
una "conversio“ que lo acercó al Evangelio, lo que tuvo grandes
consecuencias.
4. De la primera a la segunda estadía en Ginebra (1536-1541)
En Basilea Calvino toma el seudónimo
de "Lucianus“, un anagrama de la forma latina de su nombre, Calvinus.
Sigue trabajando en su catecismo para los reformados de habla francesa. Termina
la obra en agosto de 1535 , y se imprime en marzo del año siguiente.
Aparte de la redacción este catecismo que titula "Institutio christianae
religionis“ (Institución de la Religión Cristiana), sigue
estudiando la Biblia, las obras de Martín Lutero, Felipe Melanchthon
y Martín Bucero. A más tardar ahora aprende hebreo y lee los escolásticos.
Debe haber trabajado muchísimo.
En abril de 1536, justo después de la publicación de su "Institutio“,
Calvino viaja a París para ver a sus hermanos. De ahí quiere seguir
a Estrasburgo donde espera encontrarse con Bucero y otros correligionarios.
Sin embargo, no puede tomar el camino más directo porque una vez más
el rey Francisco I. de Francia y el emperador Carlos V. estaban en guerra. Así
es que va por Lyon y Ginebra – con consecuencias considerables. Porque
justamente ahí en Ginebra se produce el famoso encuentro entre Guillermo
Farel y Juan Calvino. Este último lo describe así:
„El camino más corto a Estrasburgo, adonde me quería retirar, estaba cerrado por la guerra. Por eso pensaba estar aquí (en Ginebra) sólo de paso, sin quedarme más que una noche. Aquí, poco antes el papado había sido abolido por este hombre recto que mencioné antes (Farel), y por el magister Pierre Viret. Pero las cosas todavía no evolucionaban como correspondía, y entre los ciudadanos existían feas disidencias y partidismos. En ese momento me descubrió un hombre [du Tillet] y me presentó a los otros. En consecuencia, Farel, quien estaba iluminado por un maravilloso celo de fomentar el Evangelio, hizo muchísimos esfuerzos por retenerme. Y cuando supo que yo quería mantenerme libre para mis estudios privados, y cuando vio que con ruegos no lograba nada, empezó a maldecirme: que Dios condene mis estudios y mi tranquilidad si yo me retiraba en una emergencia tan grande y no apoyaba la Reforma. Estas palabras me perturbaron y asustaron profundamente, tanto que renuncié a mi viaje planificado. Pero consciente de mis temores y mi timidez, no quería por ningún motivo ser obligado a asumir un cargo determinado.“ (Juan Calvino, Prólogo al Comentario de los Salmos, citado según la biografía arriba mencionada).
La Reforma había sido introducida
en Ginebra en 1535. Farel ya había logrado muchos cambios. Pero como
la Reforma había sido impuesta por el Consejo de la ciudad también
para lograr una mayor independencia de los obispos, faltaba arraigar sus contenidos.
El partido católicorromano seguía con mucha influencia, y Farel
solo estaba sobrepasado. Así es como Calvino se queda en Ginebra, ni
como pastor o predicador, sino como "lector de la Santa Escritura en la
iglesia de Ginebra“. Muy luego, sin embargo, es invitado a predicar y
a apoyar la formación de la iglesia.
En 1537, Calvino envía una propuesta para la reorganización de
la iglesia al Consejo de la ciudad. Aquí se puede observar una característica
básica de la Teología de Calvino: su prioridad es siempre la forma
que tiene la iglesia, y por lo tanto, cómo vive. No adhiere al concepto
de los bautistas que consideran la iglesia como una comunidad exclusiva de los
elegidos. La iglesia es más bien, según Calvino, la comunidad
de los fieles que se comprometen con ella libremente. Calvino y Farel redactan
una confesión en francés (Confession de Foi) que debe ser firmada
por todos los habitantes de Ginebra, "para determinar quién quiere
profesar el Evangelio y quién prefiere pertenecer al reinado del Papa
en vez del reinado de Cristo“. Calvino introduce más cambios: A
partir de ahora, en los cultos se cantan salmos, hasta el día de hoy
día una característica de las comunidades reformadas en todo el
mundo. Se introduce la catequesis, y se redacta un catecismo, mucho más
corto que la "Institutio“ y muy parecido al Catecismo Menor de Lutero.
Pero las propuestas reformatorias de Calvino son difíciles de aceptar
para el Consejo, y las aprueba sólo después de muchas vacilaciones.
El conflicto estalla cuando se solicita a los ciudadanos de Ginebra firmar la
confesión preparada. Muchos no lo quieren hacer, y las tensiones entre
católicos y evangélicos aumentan a raíz de este experimento
fracasado. Fue un error de Calvino insistir tanto en las firmas. Crece la resistencia
hacia él. En 1538, los partidos de oposición de tendencia más
bien católica ganan terreno. Aparte de la inquietud generalizada en la
población, los anabaptistas causan otros problemas más. Surgen
acusaciones graves contra Calvino y Farel, p.ej. que Calvino sería un
adherente a la antigua secta de los arianos, que niega la naturaleza divina
de Cristo.
Esta afirmación no puede tocar a Calvino que es un teólogo lejano
al arianismo. Ni siquiera responde a los reproches, por lo cual el asunto es
llevado a Berna (con la cual Ginebra a firmado un contrato de ayuda mutua) donde
la actitud de Calvino es vista como sospechosa. No hay consecuencias, pero la
posición de Calvino en Ginebra se debilita por las imputaciones. En las
elecciones de 1538 gana la oposición, y el nuevo Consejo prohíe
que Calvino y Farel prediquen el Domingo de Resurrección. Calvino y Farel
predican igual, y son destituídos de sus cargos. Dentro de tres días
tienen que abandonar la ciudad. El tiempo en Ginebra parece un episodio corto;
fueron apenas dos años que Calvino pasó en la urbe.
Calvino desea retornar a Basilea y seguir con sus estudios, mientras Farel es
llamado a Neuchâtel en julio del mismo año. Los amigos critican
a Calvino por ser muy obstinado. El mismo admite haber actuado demasiado voluntarista.
Decide, por ende, no aparecer más en público sino optar por la
vida retirada de un científico. Durante un buen tiempo, rehúsa
acceder a la solicitud de la ciudad de Estrasburgo de ocuparse allá de
los refugiados franceses. Por fin decide ir, especialmente debido a la insistencia
de Martín Bucero y Wolfgang Capito. En 1538, Estrasburgo es uno de los
centros más importantes del protestantismo alemán. Bucero y Capito
se mantuvieron teológicamente independientes aunque se habían
adherido, en 1536, a la Reforma de Wittenberg. Bucero es considerado como el
líder más imprescindible de las negociaciones del partido evangélico.
Entonces Calvino se convierte en pastor de la comunidad de refugiados franceses
y la forma según el modelo de Estrasburgo. Adopta el orden de culto de
Estrasburgo, introduciéndole sólo algunos pequeños cambios.
Aparte de este trabajo tiene una cátedra para exégesis en la recién
fundada universidad, donde interpreta el Evangelio según Juan y algunas
de las epístolas de Pablo. Estos comentarios también aparecen
impresos. Sobre todo trabaja en una nueva edición de su "Institutio“
que se publica en 1539. Esta al inicio había sido un catecismo detallado,
muy orientado por la teología luterana; ahora es una gran obra de dogmática
independiente.
El tiempo de Calvino en Estrasburgo es bien empleado: Cada semana dicta sus
conferencias, predica cuatro sermones, elabora sus libros; viaja varias veces
para participar en los Diálogos sobre la Religión (p.ej. 1539
en Frankfurt/Meno). Allí es donde Calvino conoce a Melanchthon, y nace
una profunda amistad. El compañero más cercano de Lutero se convierte
en amigo de Calvino. Durante toda su vida, Calvino muestra gran respeto frente
a Lutero (y éste también encuentra palabras gentiles para Calvino),
pero en los últimos años de vida de Lutero, Calvino tiene cada
vez más dificultades con la testarudez de éste.
En la opinión de Calvino, las comunidades luteranas en Alemania no ponen
el acento necesario en la vida al interior de la iglesia, y siguen todavía
muy apegados a la liturgias y rituales del culto católicorromano. Igualmente
problemática le parece su dependencia de los príncipes territoriales.
La situación en Estrasburgo, sin embargo, se presenta más promisoria
para Calvino, así que durante un tiempo parece que ha encontrado su lugar
definitivo. En 1539 solicita y obtiene los derechos ciudadanos de la pequeña
república. También mejora su situación económica,
después de que inicialmente había tenido que vender parte de sus
libros para sobrevivir.
En su entorno, se busca incluso casar al reformador; él mismo no parece
haberse acercado demasiado a la idea. Dos intentos de cupido fracasan, pero
finalmente Calvino se deja convencer de casarse con Idelette de Bure, viuda
de un anabaptista a quien él mismo había convertido. En 1540 llega
Farel de Neuchâtel para celebrar la boda.
Mientras, en Ginebra las cosas no han evolucionado bien. Después de la
partida de Calvino y Farel, la vida eclesiástica se ha desordenado. Algunos
amigos de Calvino intentan desconocer a sus sucesores. Calvino interviene, exigiendo
el reconocimiento de los nuevos pastores. Las cosas se calman, pero la situación
sigue incierta. Berna intenta controlar a Ginebra. Los sucesores también
son expulsados de la ciudad. Se teme un conflicto armado. Los reformados logran
convencer a una parte de los adversarios que el orden sólo puede ser
repuesto si Calvino retorna lo antes posible. El 20 de octubre de 1540, una
delegación viaja a Estrasburgo para pedirle a Juan Calvino que vuelva
a Ginebra. Calvino duda, pero finalmene rehúsa. Farel apoya a los mensajeros
de Ginebra para convencer a Calvino de que tiene que volver, Bucero, en cambio,
quiere que permanezca en Estrasburgo. El esfuerzo por reclutar a Calvino toma
más de medio año, hasta que éste accede a volver por unas
semanas a Ginebra. Finalmente, el 13 de septiembre de 1541, Calvino llega a
Ginebra: en contra de sus planes, no se quedará tan sólo algunas
semanas, sino que el resto de su vida.
5. Estructura de la Iglesia de Ginebra
Cuando Calvino vuelve a Ginebra,
su primera prédica continúa el tema de la última: actúa
como si no hubiese habido ningún quiebre, retomando el hilo que se había
cortado en 1538. Sin embargo, ahora tiene mucho más poder, ya que lo
buscaron explícitamente para ordenar la ciudad y la iglesia.
Pero Calvino no logra todo lo que quiere, por ejemplo, no se celebra la Santa
Cena todas las semanas. Más bien rige la costumbre de Berna donde se
comulga cada tres meses. También surgen conflictos en otras áreas.
Calvino quiere ampliar la disciplina eclesiástica y practicarla. Según
él, el consistorio debe tener la posibilidad de citar, interrogar y en
caso dado sancionar - hasta excomulgar - a aquellos miembros de la comunidad
a los que considera haber cometido infracciones contra la doctrina o la moral.
El Consejo de la ciudad rechaza esta idea porque teme la implementación
de tribunales paralelos a la jurisdicción oficial del gobierno. Después
de algunas vueltas, Calvino logra imponerse; primero con concesiones, pero en
1555 consigue lo que quiere.
Hoy día tenemos problemas con esto de la "disciplina eclesiástica“,
porque parece limitar los derechos del individuo. Pero no es ésta la
intención de Calvino. Él piensa que una comunidad cristiana tiene
que velar por la conducta de sus miembros, y que frente a situaciones serias
cabe preguntarse si los infractores realmente pueden seguir perteneciendo a
la comunidad. En este punto, Calvino encuentra apoyo y orientación por
Mateo 18, donde se habla de cómo tratar las faltas de los miembros de
la comunidad.
La pregunta de la disciplina eclesiástica es el punto más conflictivo en relación con el Consejo de Ginebra. Sin embargo, más importante dentro del Orden Eclesiástica es la dirección de la comunidad misma. Aquí, el orden cuádruple de Calvino ha marcado el camino de la iglesia reformada, vale decir, un régimen que se divide en cuatro cargos: pastores, profesores, presbíteros y diáconos.
a. Los pastores tienen que predicar y enseñar, administrar los sacramentos (Bautismo y Santa Cena) y visitar a los enfermos. Una vez a la semana se reúne el convento de pastores de la ciudad y sus alrededores, interpreta la Biblia en comunidad y se evalua mutuamente.
b. Los profesores tienen la tarea de "enseñarles a los fieles la doctrina de la salvación“. En el sentido estricto, esto significa interpretar el Antiguo y Nuevo Testamento. Ya que "para que esta enseñanza dé frutos", se requieren conocimientos de idiomas y una formación general, la tarea de los profesores también incluye estas materias.
c. Cada año, los distintos consejos de la ciudad eligen a doce presbíteros. En conjunto con seis pastores (elegidos por sus pares) forman el consistorio. El consistorio cuida la Ley Eclesiástica dentro de la comunidad. Los miembros del consistorio deben "advertir amablemente a los que ven fallar o vivir en condiciones desordenadas“. Por lo tanto, el consistorio se preocupan por la conducta de la comunidad, la participación en los cultos y la doctrina. Si constata desconsideración o abuso, tiene que advertir los miembros primero amistosamente. Si esto no basta, puede excomunicarlos o denunciarlos ante los tribunales laicos. Las dos cosas ocurren muy raramente. Lo que más preocupa al consistorio es mediar en conflictos, muchas veces entre marido y mujer. Las reuniones semanales son los jueves. La Ley Eclesiástica define el espíritu del consistorio con las siguientes palabras: "Todo esto debe ser siempre tan moderado que no haya lugar para una rigidez aplastante, y las advertencias sólo tienen el fin de guiar a los pecadores hacia nuestro Señor.“ El consistorio no debe intervenir en el área del poder laico ni en el trabajo de los tribunales de la jurisdicción oficial.
d. Los diáconos tienen dos tareas: el apoyo a los pobres y la preocupación por los enfermos. La primera consiste en conseguir limosnas y distribuírlas entre los necesitados; aquí también entra la alimentación de los pobres. La segunda tarea concierne a la organización de los hospitales y de los albergues para forasteros. Los pobres son atendidos en forma gratuita, y para los niños hay un profesor que trabaja dentro del hospital.
(Todas las citas son tomadas de la Ley Eclesiástica).
Sobre los cargos eclesiásticos
"Nuestro Señor creó
cuatro áreas de tareas o tipos de cargos para la orientación de
su iglesia: por un lado los pastores, por otro los doctores, después
los presbíteros y cuarto los diáconos. Si queremos una iglesia
ordenada y sana, tenemos cumplir con esta forma de su régimen.“
La tarea de los pastores es "anunciar la palabra de Dios tanto en público
como frente al individuo: enseñar, corregir, reprender y amonestar. Pero
también tienen que administrar los sacramentos y ejecutar en conjunto
con los presbíteros o los encargados del Consejo las correciones fraternales.“
"La tarea especial de los doctores consiste en enseñarles a los
fieles la doctrina de la salvación, para que la pureza del Evangelio
no sea enturbiada ni por ignorancia ni por ideologías falsas.“
La tarea de los presbíteros "consiste en cuidar la conducta de cada
uno y amonestar amistosamente a los que fallan o viven en condiciones desordenadas.“
Los diáconos son "los encargados de recibir las donaciones para
los pobres, de distribuirlas y de administrarlas (....), de preocuparse de los
enfermos y cuidarlos, como también alimentar a los pobres.“
(De la Ley Eclesiástica de 1561)
>> Preguntas para seguir trabajando <<
Pregunta 1:
¿Cómo se definen los cuatro cargos?
Respuesta 1:
Los cargos están definidos por sus tareas, vale decir: son funcionales
y no personales. Esto significa que lo importante no es la persona del portador,
sino lo que hace el portador de un cargo. Aquí se expresa una comprensión
de la comunidad como cuerpo de Cristo en que cada miembro cumple su función.
Los cargos definen las. La cifra cuatro es histórica. En la Institutio,
hay un cargo común para pastores y doctores. Según Calvino, la
división en cuatro cargos no es definitiva: si la comunidad tuviera otras
tareas que cumplir, podrá haber otros cargos.
Pregunta 2:
¿Cuál cargo es superior?
Respuesta 2:
En definitiva ninguno. Está claro que el cargo del pastor contiene las
funciones más diversas y combina partes de los cargos de profesor y de
presbítero. Sin embargo, no es "superior“ sino agregado a
los otros cargos. Queda claro que no es el pastor ni otra persona quien rige
la comunidad, sino tan sólo Cristo.
Pregunta 3:
¿Quién dirige a la comunidad?
Respuesta 3:
El pastor y los presbíteros forman la dirección de la comunidad.
Ellos en conjunto se responsabilizan por la vida comunitaria. No están
subordinados a ningún otro cargo, ni a un obispo ni a un superintendente.
En esto se expresa la idea calvinista de que la comunidad es el cuerpo de Cristo:
la iglesia es el conjunto de sus miembros, identificable como tal. La Iglesia
no es un ente superior a las comunidades, ni éstas meros representantes
o satélites de una "iglesia nacional“. Por el contrario: la
dimensión máxima y decisiva es la comunidad local. No hay ninguna
instancia superior a su dirección. Aquí se refleja la constitución
de las ciudades helvéticas y de Ginebra. Sin embargo, no es suficiente
fundamentar la doctrina calvinista de la iglesia sólo históricamente,
porque significaría relativizarla. Es una buena tradición reformada,
partir de la comunidad particular y entender las asociaciones de comunidades
no como instancias superiores sino como de organización. La "Ley
Eclesiástica sinodal-presbiterial“ que rige hasta hoy día
en muchas iglesias es una consecuencia de este concepto calvinista.
Por lo tanto, queda claro que hay ciertas tareas por cumplir en cada comunidad local. Algunas pertenecen más bien al ámbito de la enseñanza y formación, otras tocan dimensiones diacónicas. Los cargos en una comunidad tienen que ser entendidas desde las tareas específicas, o sea, son funcionales. Esta comprensión funcional distingue a Calvino de toda comprensión sacramental de un oficio. Esto es muy visible en el hecho de que alguién sólo tiene un cargo mientras cumple las tareas correspondientes. El cargo no es parte de la persona sino de la comunidad: una diferencia marcada con el luteranismo. Los luteranos concocen la concentración en el ministerio ordenado de la anunciación y administración de los sacramentos ligado a la persona del pastor y no a la comunidad.
Aparte de sus actividades en Ginebra, Calvino hace esfuerzos por reunir las diferentes corrientes evangélicas. En 1549 logra un consenso con los zuriqueses en lo concerniente a la Santa Cena ("Consensus Tigurinus“, Consenso de Zurich): En el fondo es aquí donde nace la "comprensión reformada“ de la eucaristía.
Sobre la comprensión de la Santa Cena
"Dios nos regaló
una prenda para asegurarnos de su constante benevolencia. Por tal motivo les
dio a sus hijos el segundo sacramento a través de la mano de su hijo
unigénito: la Santa Cena en la que Cristo da testimonio de que es el
pan que da vida, el pan por el cual nuestras almas son alimentadas hasta la
verdadera y dichosa inmortalidad. (Juan 6, 51).
Primero: Los símbolos de este sacramento son el pan y el vino: Ellos
son el alimento invisible que recibimos del cuerpo y de la sangre de Jesucristo.
Segundo: el único alimento de nuestra alma es Cristo, y por eso el Padre
celestial nos invita para que seamos parte de él, para que seamos refrescados
y podamos reunir fuerzas hasta que lleguemos a la inmortalidad celestial.
El misterio de la unión secreta de Cristo con los fieles, sin embargo,
es incomprensible por naturaleza; por eso es que Dios nos revela una imagen
o representación del misterio en señas visibles, adaptadas maravillosamente
a nuestro bajo nivel. En cierto modo nos da prendas e indicios que nos dan la
misma certeza como si lo viéramos con nuestros propios ojos. Porque es
una parábola conocida que incluso penetra la mente sencilla: Nuestras
almas son alimentadas por Cristo de la misma forma como el pan y el vino mantienen
la vida del cuerpo. Con eso queda claro cuál es el objetivo de la bendición
secreta: Ella nos asegura que el cuerpo del Señor fue sacrificado para
nosotros, para que ahora lo gocemos como alimento celestial y para que en este
gozo vivenciemos la fuerza de este sacrificio único. Y que su sangre
fue derramada por nosotros, de manera que sea por siempre nuestra bebida. Por
eso llama al cáliz la "alianza de mi sangre“ (Lucas 22,20;
1 Corintios 11,25). Porque cada vez que nos da de beber su santa sangre es como
si renovara la alianza que confirmó con ella, mejor dicho: es como si
la continuara para reforzar la fe. Las almas piadosas pueden recibir numerosos
frutos de confianza y amor de este sacramento, porque tienen el testimonio de
que somos un solo cuerpo con Cristo, y de que todo lo que es suyo, podemos llamarlo
nuestro también.“
(Párrafo citado de Institutio IV, 17, 1 y 2)
>> Preguntas para seguir trabajando <<
Pregunta 1:
¿Cuál es el sentido de la Santa Cena?
Respuesta 1:
La Santa Cena representa el amor de Dios Padre. No deja solos a los suyos, sino que ha dado la Santa Cena a los hombres para que éstos estén seguros de su cuidado. En la Santa Cena no se trata de que Dios exige o espera algo de los hombres, sino básicamente de que les hace un bien.
Pregunta 2:
¿Quién es alimentado por la Santa Cena? ¿Quién recibe
algo de ella?
Respuesta 2:
En la Eucaristía, el cuerpo se alimento de pan y vino, pero esto es sólo la forma exterior. El fondo es otro. Al alimento carnal se agrega un segundo significado de la Santa Cena: Así como el cuerpo se alimenta físicamente – visible en los símbolos de pan y vino – el alma se alimenta espiritualmente, y recibe cuerpo y sangre de Jesús. El término doble (cuerpo-sangre) se refiere a la derramación de la sangre y a la entrega del cuerpo de Jesucristo el Viernes Santo en Gólgota. Esto sucedió. Y esto trae al hombre la salvación, el perdón de los pecados, la nueva vida etc. En la celebración de la Eucaristía no sólo se recuerdan los hechos, sino que su significado se hace presente a los participantes, para que entiendan con el corazón por qué se celebra la Santa Cena. La Santa Cena es la "prenda“ de la salvación, responde por ella. El hombre tiene algo para masticar, algo para tragar, y así percibe a través de los sentidos la profecía de que Jesús está presente en el Espíritu Santo. Por eso, Calvino dice: "Nuestras almas tienen que ser alimentadas con Jesucristo del mismo modo como pan y vino mantienen la vida carnal.“ La Santa Cena refuerza la fe.
Pregunta 3:
¿Pan y vino son cuerpo y sangre de Jesucristo?
Respuesta 3:
No. Lo son en la comprensión católicorromana y también
en la comprensión luterana adaptada. Lutero quería enfatizar con
esto que la salvación del Viernes Santo fue "real“. Calvino
también subraya la "realidad“ de la salvación del hombre
en la muerte vicaria de Jesucristo en Gólgota. Pero para él esto
no se manifiesta en la transformación de los elementos en cuerpo y sangre.
Los elementos son elementos, no son transformados. Fortalecen al hombre interiormente,
asegurándole: Esta salvación vale también para ti. Los
elementos dan – en unión con la palabra – seguridad, pero
no transmiten la salvación ni la realizan. Calvino veía el peligro
de ligar los elementos a Cristo, con lo que éstos recibirían demasiada
atención. No, Cristo no está carnalmente presente en la Santa
Cena. Pero sí está presente con su Espíritu que une a los
celebrantes con Cristo.
Pregunta 4:
La eucaristía ¿es necesaria para la salvación?
Respuesta 4:
No, no es necesaria para la salvación. Si lo fuese, no se habría
hecho lo suficiente en la cruz, lo que significaría pensar muy bajo del
sacrificio vicario de Cristo. Sin embargo, es importante celebrarla, Calvino
incluso quiere celebrarla todos los domingo. En Ginebra no logró realizar
este deseo. El hombre necesita que le muestren explícitamente lo que
recibe. La Santa Cena está para asegurar al hombre que el sacrificio
de Cristo ha sido para él.
6. Algunos acentos teológicos
La teología de Calvino tiene
muchos matices y es muy detallada; su Institutio (la versión final data
del año 1559) es la primera dogmática evangélica extensa.
La renovación reformatoria llega en ella a su auge enfrentándose
a la tradición escolástica y dialogando permanentemente con las
escritos completos del Antiguo y Nuevo Testamento.
La Institutio demuestra que el pensamiento calvinista está marcado por
dos polos complementarios: Por un lado, se enfatiza la gloria, la majestuosidad
y la omnipotencia de Dios encarnado en Cristo. Por el otro lado (no inferior
al primero) se trata de la salvación de los hombres. Aquí Calvino
se muestra como discípulo (independiente) de Lutero. Las dos cosas, la
gloria de Dios y la salvación del hombre, están bien unidas. Son
justamente la salvación del hombre y la encarnación donde se manifiesta
la gloria de Dios.
Conocimiento de Dios y conocimiento de si mismo
"Toda nuestra sabiduría
– si es que merece este nombre, si es verdadera y confiable – comprende
en el fondo dos cosas: el conocimiento de Dios y el de nosotros mismos. Estos
dos, sin embargo, están vinculados de múltiples maneras, y por
eso no es tan fácil constatar cuál es superior y origen del otro.
Primero, ningún hombre puede contemplarse a sí mismo sin contemplar
a Dios con todos sus sentidos, al Dios en "el que vivimos, y nos movemos,
y somos“ (Hechos 17,28). Porque todos los dones que constituyen nuestros
bienes, aparentemente no los tenemos de nosotros mismos. Incluso nuestra existencia
como humanos consiste en tener nuestra esencia en el Dios único. Y, segundo,
estos dones llegan a nosotros como caen las gotas de lluvia del cielo, y nos
guían como el riachuelo a la fuente.
Pero justamente en nuestra pobreza se reconoce más claramente la riqueza
inimaginable de todos los dones que viven en Dios. Especialmente la decadencia
miserable en que caímos porque el primer hombre perdió la fe,
nos obliga a levantar los ojos: hambrientos y sedientos debemos implorar que
Dios nos dé lo que nos falta, pero al mismo tiempo debemos aprender llenos
de espanto y terror, a ser humildes (...). Sentimos nuestra ignorancia, vanidad,
pobreza, debilidad, nuestra maldad y depravación, y así llegamos
a comprender que sólo en Dios se hallan la verdadera luz de la sabiduría,
la verdadera fuerza y virtud, una riqueza inmensa de todos los bienes y la verdadera
justicia. Es justamente nuestra miseria la que nos hace contemplar los dones
de Dios, y sólo cuando hemos empezado a ver nuestros defectos, tratamos
seriamente de alcanzarlo a Él. Porque (naturalmente) cada hombre prefiere
confiar en si mismo, y generalmente lo logra mientras no se conoce a si mismo,
mientras está conforme con sus habilidades y no sabe ni quiere saber
de su miseria. Quien se conoce a si mismo, no sólo tiene la motivación
de buscar a Dios, sino que de cierta manera es llevado de la mano a su encuentro.
Por otro lado, ningún hombre puede hallarse a si mismo sin antes haber
contemplado el rostro de Dios, y de esta contemplación pasa a mirarse
a si mismo. Porque una soberbia enorme nos es innata, siempre encontramos que
somos muy impecables, sabios y santos, a no ser que nos enfrentemos con pruebas
palpables de nuestra injusticia, maculación, estupidez e impureza, y
nos convenzamos de esta manera. Pero esto no sucederá mientras sólo
nos miremos a nosotros mismos y no al Señor, porque Él es el único
parámetro que nos permite autojuzgarnos. Por naturaleza tendemos todos
a la hipocresía, y por eso cualquier apariencia hueca de justicia nos
satisface tanto como en el fondo sólo podría hacerlo la verdadera
justicia.“
(Párrafo citado de Institutio I, 1, 1 y 2)
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Pregunta 1:
¿Qué es lo que Calvino comprende bajo sabiduría?
Respuesta 1:
Según Calvino, la sabiduría humana (sapientia) es imposible de
definir como una suma de capacidades humanas específicas, o experiencia
de vida o un determinado conocimiento. Un hombre es sabio si se sabe valorar
realistamente y si sabe quién es y qué hace Dios. Aunque Calvino
pertenece claramente a los humanistas franceses de su época (lo que demuestra
por ejemplo su comentario sobre "De clementia“ de Séneca),
y aunque nunca dejó de usar el instrumentario del humanismo, se reconoce
muy bien que el pensamiento reformatorio es la clave de su enseñanza:
Al centro no están ni la formación, ni la humanidad, ni la conducta
noble, sino el conocimiento de si mismo y de Dios.
Pregunta 2:
¿En qué consiste, según Calvino, el conocimiento de si
mismo?
Respuesta 2:
Para Calvino, el conocimiento de si mismo no es el conocimiento de los propios
dones o talentos, sino la relación del hombre con Dios. Mirando a Dios,
el hombre reconoce su ignorancia, vanidad, pobreza, debilidad, maldad y depravación.
Estos son los pecados del hombre. Ellos, sin embargo, no se pueden describir
sin una relación con Dios; no son legibles objetivamente desde afuera
como calidades humanas negativas. Es más: el hombre que se percibe a
si mismo en su relación con Dios, reconoce que no es para lo que fue
creado. Y reconoce que necesita la caridad de Dios para volver a ser lo que
debería ser. El conocimiento de si mismo no es un asunto aislado, sino
que apunta al conocimiento de Dios: Sin conocimiento de Dios, no hay conocimiento
de si mismo.
Pregunta 3:
¿En qué consiste, según Calvino, el conocimiento de Dios?
Respuesta 3:
Según Calvino, conocer a Dios es más que estar seguro de su existencia.
El conocimiento de Dios significa entender cómo es, más bien:
cómo es en relación con el hombre pecador. Dios no condena al
hombre ignorante, vanidoso y malo, sino que se inclina hacia él. Dios
es la justicia perfecta, la verdad perfecta, la virtud perfecta. Es el creador
del hombre y no lo abandona, sino que le regala un nuevo futuro. Dios es el
autor de todo lo bueno, y si se reconoce esto, se conoce a Dios.
Pregunta 4:
¿Cómo se relacionan el conocimiento de Dios y el conocimiento
de si mismo? ¿Qué es primero, que viene después?
Respuesta 4:
Este párrafo de la Institutio parece indicar que el conocimiento de si
mismo precede al conocimiento de Dios. Primero viene el reconocimiento de la
propia pecaminosidad para partir de ahí a reconocer el amor y la gracia
de Dios que están destinados a este hombre pecaminoso. Así visto,
el orden es correcto y consecuente. ¡Pero este orden no es exclusivo!
Para Calvino, el camino va desde el conocimiento de si mismo al conocimiento
de Dios, y de ahí vuelve al conocimiento de si mismo. La gracia y majestuosidad
de Dios hacen que el hombre reconozca quién es en realidad: no es justo,
es un pecador. En su Institutio, Calvino, por ende, primero habla del conocimiento
de Dios (Vol. I) antes de tematizar el conocimiento de si mismo (inicio de Vol.
II).
La doctrina calvinista de la doble
predestinación – hoy en día por cierto muy problemática
para nosotros – se explica desde su interés por la salvación
y la certeza de la salvación. Decisiva para la salvación no es
la confianza del hombre, porque entonces éste estaría todo el
tiempo preocupado por la calidad de su fe. Unicamente Dios elige y rechaza.
La doctrina de la predestinación mantiene la exclusividad de Dios en
los asuntos de la salvación y fe.
El Antiguo y Nuevo Testamento nos hablan del mismo Dios. Por eso tampoco se
puede establecer una diferencia esencial entre las dos partes de la Biblia.
Más bien es así que las profecías del Antiguo Testamento
ya son realidad en el Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento se vislumbra
el Evangelio; el Nuevo Testamento presenta la luz misma. Las similitudes son
numerosas, sin negar las diferencias. Porque es la misma Alianza de Dios con
los hombres que se manifiesta en toda la Biblia.
Por esta razón, la Ley no está hecha principalmente para que el
hombre reconozca sus pecados (como en Lutero), sino que su objetivo fundamental
es orientar su vida según los mandamientos de Dios. Esto vale tanto para
el Antiguo como para el Nuevo Testamento. Es cierto que con los mandamientos
reconocemos nuestra propia pecaminosidad, pero esto no suspende su verdadero
sentido: mostrarnos la buena voluntad de Dios.
La comprensión de la Ley
"La tercera aplicación
de la Ley es la más importante porque se refiere a su objetivo de fondo:
Se realiza en los fieles, en cuyos corazones el Espíritu de Dios se ha
desplegado y los domina. Ellos tienen la Ley inscrita, incluso esculpida en
su corazón por el dedo de Dios, lo que significa que orientados por el
Espíritu tienen tal disposición interior que gustosamente quieren
obedecer a Dios. Sin embargo, pueden sacar un doble provecho de la Ley.
Primero: Es el mejor instrumento que les enseña día a día
más cuál es la voluntad de Dios que buscan cumplir, y que los
afirma en tal conocimiento. Por más que un sirviente anhele de todo corazón
cumplir las expectativas de su amo, siempre tendrá la necesidad de explorar
y observar la particularidad de su patrón, a la que busca ajustarse.
Lo mismo vale para los fieles. Nadie se puede liberar de esta necesidad, porque
nadie ha profundizado tanto la sabiduría que no pudiera progresar hacia
un conocimiento más puro de la voluntad de Dios, a través de la
diaria educación en la Ley.
Segundo: No necesitamos solamente la enseñanza, sino también la
amonestación. Este es otro provecho que el sirviente saca de la Ley:
Su observación constante refuerza su obediencia y lo salva del resbaloso
camino del pecado y de la desobediencia. Los santos necesitan sin duda de tal
estímulo, porque aunque su espíritu se afana por buscar la justicia
de Dios, la debilidad de la carne pesa sobre ellos, y no van por su camino con
la necesaria y alegre disposición!“
(Párrafo citado de Institutio II, 7,12)
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Pregunta 1:
¿Para quién está pensada la más importante aplicación
de la Ley?
Respuesta 1:
La Ley, o sea, principalmente los Diez Mandamientos, está dirigida a
los fieles. Pero existen también otras aplicaciones de la Ley, y una
de éstas es el reconocimiento de que el hombre no es capaz de cumplirla
cabalmente. Martín Lutero ha enfatizado este punto: El hombre no puede
satisfacer las exigencias de la Ley, no puede hacer exactamente lo que debe
hacer, y eso lo hace preguntar por la gracia. También Calvino conoce
esta dimensión de la Ley, sin embargo, con ella la enseñanza no
ha terminado. La Ley está también para los fieles y su vida en
la fe; no sólo para demostrar cuán dependientes son de la gracia
de Dios, sino también para ilustrarles la voluntad de Dios para su vida.
La Ley no es una carga; sino que los creyentes están contentos de seguirla.
Pregunta 2:
¿Cuál es el objetivo transversal de la Ley?
Respuesta 2:
La Ley quiere apoyar a los fieles a seguir la voluntad de Dios. Si bien los
fieles pueden estar seguros de que Dios no los abandona gracias a su Espíritu
Santo, de que los llena de satisfacción y les da la orientación
interior correcta, la Ley les ayuda, ofreciéndoles enseñanza e
instrucción.
Pregunta 3:
¿Cuál es la enseñanza de la Ley?
Respuesta 3:
La enseñanza de la Ley consiste en acercar al cristiano la esencia y
con eso la voluntad de Dios. Según Calvino, también los creyentes
necesitan que se les oriente siempre de nuevo en relación a la voluntad
de Dios. Nadie ha entendido o explorado la voluntad de Dios de una vez por todas.
La Ley y los Mandamientos muestran lo que Dios espera de los hombres, así
es que la Ley transmite la voluntad de Dios. En cuanto a los Diez Mandamientos,
esto significa que no sólo exigen algo con un sentido humanitario, sino
que expresan al mismo tiempo quién es Dios y qué pide que hagamos
para que su voluntad se cumpla. No matarás significa entonces: Dios quiere
que los hombres vivan.
Pregunta 4:
¿Cuál es la instrucción que da la Ley?
Respuesta 4:
La Ley nos exhorta a hacer lo que ella exige. Básicamente, los cristianos
van por el camino correcto, porque son los aliados de Dios. A eso apunta la
conocida frase de Lutero que "un buen árbol da buenos frutos“.
Pero Calvino no se detiene aquí porque sabe que el hombre generalmente
elige el camino más cómodo en la vida. La carne es débil,
y por esto necesita la exhortación (Romanos 7,25). Los Mandamientos quieren
despertar, animar al hombre cansado: "¡Despierta! ¡Dios espera
algo de ti!“ Teológicamente hablando se trata de la relación
entre justficación y santificación. En la justificación,
el hombre es liberado para entender la Ley de Dios y cumplirla.
En el centro de la comprensión de los sacramentos según Calvino está el concepto de la profecía. No son los elementos en sí los que portan la salvación. En la Santa Cena, con ayuda de los elementos se expresa la palabra profética, y la celebración sirve para dar certeza a los fieles y afirmar su fe. La profecía se refiere al Espíritu Santo que "sella“ las profecías de Dios en el corazón de los hombres. En el Catecismo de Ginebra, redactado en forma de preguntas y respuestas, Calvino dice: "¿Estás convencido entonces de que la fuerza y la eficacia de los sacramentos no son inherentes a los elementos sino nacen completamente del Espíritu de Dios? Sí. Dios quiere revelar su fuerza a través de los medios de salvación destinados para este fin. Lo hace de tal forma que no resta importancia a su Espíritu.“
7. El proceso de Miguel Servet
La polémica sobre Miguel Servet
es la más importante que sostiene Calvino en Ginebra. Algunas publicaciones
afirman que Calvino, apoyado por el Consejo de la ciudad, aprovechó de
deshacerse de un adversario incómodo, y que esto revelaría su
crueldad y rigidez. Sería demasiado simplista pensar así, y por
lo mismo analizaremos el conflicto aquí con más detalle.
Miguel Servet nace en Aragón, en 1511. En 1531, en Basilea y Estrasburgo,
se enfrenta a los reformadores acerca de la pregunta si la palabra de Dios se
hizo carne o no. También tiene conflictos con las autoridades en cuanto
a las persecuciones de los heréticos. Publica al mismo tiempo dos escritos
contra la doctrina tradicional de la trinidad, en las que sólo reconoce
al Dios creador como Dios. El Hijo y el Espíritu Santo serían
expresiones de la acción divina, pero no serían Dios (monarquianismo).
Los dos escritos son muy conflictivas, y el Consejo de Estrasburgo prohíbe
su venta. Servet va a París y estudia medicina; ahí es que llama
la atención de Calvino. Después trabaja un tiempo como corrector
en Lyon, luego es médico del arzobispo de Vienne en la provinicia francesa
La Dauphine. Dicho sea de paso, probablemente fue Servet quien descubrió
la circulación de la sangre por lo que es famoso en la historia de la
medicina.
Pero también se dedica a la teología y redacta una obra mayor
en la que exige a la cristiandad volver a sus raíces: los Padres de la
Iglesia, la Iglesia Romana y también los Reformadores habrían
falsificado el Evangelio. Todas las criaturas serían emanaciones de lo
divino, los pecados sólo se cometerían a partir de los veinte
años de edad, y con ciertos instrumentos (bautismo, eucaristía,
buenas obras) serían borrados. Nadie en Vienne quiere imprimir este trabajo.
Así es que Servet pide ayuda a un impresor evangélico en Lyon,
pero éste exige el visto bueno de Calvino. Servet se lo pide a Calvino,
y éste rebate su argumentación, aconsejándole leer determinados
párrafos de la Institutio. Servet sin embargo no acepta consejos. En
su respuesta a Calvino incluye un ejemplar de la Institutio con sus comentarios
al márgen, acompañado de una carta ofensiva. Pasan los años,
y en 1553 Servet logra la impresión de su libro. Llega a manos de Calvino
y algunos de sus amigos, entre ellos Guillermo de Trie quien se había
convertido a la Reforma y roto con la mayoría de su familia que vivía
en Lyon. En una carta a sus parientes, Guillermo de Trie escribe que ellos no
tenían ningún derecho de acusarle de herejía tolerando
en sus muros un herético del porte de Servet. Como consecuencia de esta
carta, se descubre que el autor del libro es el médico del arzobispo.
Hay una denuncia, Servet es arrestado y amenazado con un proceso, pero no hay
pruebas suficientes. Guillermo de Trie envía documentos a sus parientes,
entre otros, algunas cartas del intercambio epistolar entre Servet y Calvino
que había recibido de éste último. Con esto, Calvino indirectamente
está incentivando el proceso. Servet huye y es quemado en ausencia, vale
decir, se queman sus obras. Quiere llegar hasta Nápoles, pero neciamente
toma el camino por Ginebra. Apenas llegado a la ciudad es arrestado a petición
de Calvino el 13 de agosto de 1555. El magistrado inmediatamente se opone a
Servet – lo que Calvino no había esperado – e incluso se
apropia de la acusación. Se busca la opinión de los demás
cantones helvéticos, pero antes de que éstos puedan pronunciarse,
el Consejo redacta su propia acusación a través de un adversario
de Calvino. Desde Vienne se exige la extradición de Servet. Pero los
jueces de Ginebra quieren dictar su propia sentencia y se niegan hacer la extradición.
Servet no se da cuenta de la gravedad de su situación, y espera que la
oposición en el Consejo intervenga por él. Calvino en cambio propicia
la muerte de Servet, aunque no en la hoguera, como es el destino de los herejes,
sino una muerte menos espectacular y dolorosa. En los interrogatorios, Servet
provoca el odio de sus enemigos, acusando a Calvino de herejía y exigiendo
que se le entreguen todos los bienes de éste como compensación
de sus sufrimientos.
Los dictámenes de Basilea, Berna, Schaffhausen y Zurich anuncian unánimamente
que hay que deshacerse de Servet. El 26 de octubre de 1555 es condenado a morir
en la hoguera. El juicio es ejecutado al día siguiente, a pesar de que
Calvino y algunos otros pastores habían pedido una ejecución menos
cruel.
Calvino es uno de los responsables
indirectos de la muerte de Servet, y negar este hecho significaría sancionar
la injusticia. Calvino deseaba la muerte de Servet, y poniendo sus cartas a
disposición del tribunal participó en el procecso. No trató
de detener al Consejo, pero en realidad tampoco tenía muchas posibilidades
de hacerlo. Claramente, tiene parte de la culpa en la muerte de Servet. Pero
no más.
No se puede decir que se trató de un proceso de Calvino contra Servet.
Ninguna ciudad habría actuado de otra forma. Antes y después de
Servet, fueron miles los heréticos ejecutados en esa época, tanto
por regímenes católicos como evangélicos. Incluso Melanchthon
felicita a Calvino por su rol en el proceso. "Como todos los reformadores,
Calvino estaba convencido de que era la obligación de las autoridades
cristianas matar a los réprobos que asesinan el alma, tal como los asesinos
comunes matan el cuerpo.“ (Citado de una biografía alemana de Calvino).
Hoy día es fácil condenar a Calvino. Pero no podemos aplicar nuestras
medidas modernas a él. Su actuar sólo refleja el espíritu
del siglo XVI.
8. Los últimos años de Calvino
La esposa de Calvino muere en 1549. El matrimonio tuvo un hijo; sin embargo éste murió poco después de haber nacido.
En 1559, Calvino funda en Ginebra una academia con tres cátedras: griego, hebreo y filosofía. Esta academia se transforma en la escuela de formación de muchos teólogos que se convierten a la Reforma y se vuelven grandes reformadores en sus países. No se puede sobreestimar el impacto de esta institución. Por ejemplo, Juan Knox de Escocia es uno de los estudiantes en Ginebra, y con él muchos más de otros países. La academia es el punto cúlmine de la obra de Calvino: aquí la interpretación bíblica - la motivación calvinista central - gana un espacio organizado.
En el mismo año se publica la última versión de la Institutio. A estas alturas es un manual importante con cuatro volúmenes y 24 capítulos, y pertenece ya a las grandes obras dogmáticas de la teología evangélica.
Debido al exceso de trabajo durante toda su vida, Calvino, quien había superado muchas enfermedades, se debilita. El 2 de febrero de 1564 dicta su última conferencia en la academia; el 6 de febrero es la fecha de su último sermón. El 27 de mayo de 1564, Calvino muere en Ginebra. El día después es sepultado sin ningún tipo de pretensiones, y su tumba no tiene lápida, como él mismo había pedido. Así es que hoy nadie sabe dónde exactamente yacen los restos del reformador. En su discurso de despedida del 28 de febrero de 1564, Calvino dice lo siguiente:
„Yo tuve en mi vida muchas debilidades que ustedes tuvieron que soportar, e incluso todo lo que he hecho, en el fondo no vale nada. Ahora, los hombres malos seguramente sacarán provecho de estas palabras. Pero repito: Todo mis hechos no valen nada, y yo soy una criatura miserable. Sin embargo, puedo decir de mí con todo derecho que mis defectos siempre me desagradaron, que he deseado hacer el bien y que el temor de Dios se ha arraigado en mi corazón. Ustedes pueden afirmar que mi afán fue bueno, y por eso les pido que me perdonen lo malo. Y si hubo algo de bueno, entonces tómenlo como medida y sigan haciendo lo mismo!“
(Citado según una edición de estudios calvinistas alemana del año 1997)
Calvino era originario de Francia, y toda su vida se orientó por este
país. Quería fortalecer las comunidades evangélicas en
Francia que eran perseguidas. Servirles a ellas fue uno de los grandes objetivos
en su vida. Logró unir las iglesias reformadas por una doctrina y una
ley eclesiástica común. Pero su muerte llegó demasiado
temprano para orientar a las comunidades franceses y apoyarlas activamente en
las guerras por la religión posteriores.
Su correspondencia con toda Europa es impresionante. Se conservan alrededor
de 2.000 cartas. Entre ellas hay mensajes tanto a las autoridades políticas
como a otros reformadores dentro y fuera de la Confederación Helvética.
Muchas de ellas tratan de la situación de los evangélicos en Francia,
pero también más allá. Además encontramos muchos
testimonios que muestran a Calvino como pastor de almas que sabe dar consejos
útiles y profundos también a los miembros más sencillos
de la comunidad, en sus dudas respecto a la fe y la vida.
9. Teodoro Beza, el sucesor de Calvino
Después de la muerte de Calvino,
Teodoro Beza es elegido su sucesor como moderador de los pastores de Ginebra.
Beza nació en 1519 en la Borgoña. En su infancia se convierte
a la fe evangélica, sin embargo, en sus inicios no lo hace de pleno corazón.
Sólo después de una grave enfermedad se inclina cien por ciento
a la Reforma. De profesión jurista, se desempeña durante diez
años como profesor de griego en la academia de Lausana en Suiza. En 1558
va a Ginebra. Un año después es director de la academia de esa
ciudad.
Ya en sus primeros años en Ginebra, Beza es consultor teológico
de la iglesia francesa y dialoga con las autoridades políticas de los
hugonotes en el contexto de las guerras por la religión.
Después de 1564, Beza sigue en estrecho contacto con las comunidades
francesas. Una vez, incluso, es elegido presidente del sínodo de la ciudad
atlántica de La Rochelle. Al final es testigo como muchos de sus correligionarios
son expulsados de Francia.
Beza fue considerado en muchas ocasiones
como discípulo de Calvino. Aunque esto es correcto, sus méritos
van más allá. A diferencia de Calvino, sus raíces están
en la filosofía aristotélica. Por eso trata de sistematizar piezas
particulares de la obra teológica (especialmente la doctrina de la predestinación
y la comprensión de la eucaristía) a través de Aristoteles.
Otra de sus características es su trabajo con el Nuevo Testamento y con
la ciencia bíblica. Su edición del Nuevo Testamento en la que
descubrió, analizó e interpretó numerosos manuscritos nuevos,
ha sido reimpresa más de 150 veces hasta 1965.
Teodoro Beza muere a la edad de 86 años el 13 de octubre de 1605.
10. La evolución de la iglesia reformada en Francia hasta 1598
En 1598, el rey Enrique IV de Francia
proclama el Edicto de Nantes que asegura igualdad de derechos a los cristianos
reformados franceses, y les permite celebrar el culto en la mayoría de
las ciudades. Desde 1562, ocho guerras por la religión precedieron el
Edicto de Nantes.
La doctrina reformada se difunde en Francia a partir de 1535. Surgen comunidades
que agrupan a los fieles. La existencia de la Iglesia Reformada de Ginebra bajo
la tutela del francés Calvino es el motivo por el cual los evangélicos
de Francia se orientan cada vez más hacia Ginebra. En 1559, el sínodo
nacional se reúne en París y aprueba un credo (Confession de Foi)
y una ley eclesiástica (Discipline Ecclésiastique). Con esto,
se da forma a la iglesia reformada. Hasta 1562, un tercio de la población
francesa se ha convertido a la fe evangélica.
Las comunidades evangélicas, sin embargo, viven desde el principio en
condiciones difíciles porque están involucradas en conflictos
políticos. La rivalidad entre los duques católicos de Guise y
los príncipes evangélicos de Condé domina la escena durante
más de medio siglo; los enfrentamientos bélicos entre los católicos
y los Hugonotes, como son denominados los evangélicos franceses (el origen
de este nombre es muy incierto), no son sólo de naturaleza religiosa.
Los reyes se ponen en estos conflictos generalmente del lado de los más
fuertes. Hasta 1585, éstos son los católicos, recién después
la suerte cambia un poco. Aparte de algunos pequeños intentos por lograr
una convivencia pacífica entre las confesiones, destacan las crueldades
y numerosos masacres, especialmente la "Noche de Bartolomé“
de 1572, en la que una gran mayoría de la nobleza evangélica muere
asesinada. Resumiendo se puede decir que la mayoría católica es
responsable de una cantidad de injusticias bastante más grande que los
defensores de la fe evangélica, aunque también hay que decir que
éstos muchas veces tampoco evitaron la violencia.
En 1589, Enrique de Navarra es coronado como el nuevo rey Enrique IV. Sus orígenes
son hugonotes, pero en 1593 se había convertido al catolicismo por razones
políticas. Con su astucia diplomática y militar reúne a
los partidos adversarios detrás de sí y pone fin a las guerras
por la religión en Francia. El 13 de abril de 1598, proclama el Edicto
de Nantes que forma el fundamento jurídico de la existencia de la iglesia
reformada francesa, y que es abolido recién 87 años después
por Luis XIV mediante el Edicto de Fontainebleau (vs. detalles en Lección
5 del Curso Básico).
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